Cartas arqueológicas municipales

Opinión

Cartas arqueológicas municipales

5 marzo 2013

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1303 es una fecha que dice mucho a las gentes de Chiclana, pues fue en ese año, todavía aun dentro del proceso histórico que hoy mal llamamos “reconquista”, cuando Fernando IV de Castilla otorga el señorío de Chiclana a Alonso Pérez de Guzmán, alcaide Tarifa y miembro del linaje al que, en un futuro, se le otorgaría el Ducado de Medina Sidonia.

Muchos pensarán que es en ese momento cuando comienza la historia de Chiclana, pero nada más alejado de la realidad, pues hoy día, gracias a una ciencia como es la arqueología, sabemos que el solar de esta ciudad fue ocupado, y no de manera anecdótica, por las más importantes culturas mediterráneas, como fueron la fenicia y la romana, que dejaron páginas escritas de su historia, a modo de antiguos restos, en el subsuelo de Chiclana. Páginas que aun hoy, cuando excavamos bajo la ciudad, afortunadamente podemos leer gracias a la arqueología. Por ello hoy podemos decir que en las orillas del río Iro y en otras áreas del término, se instalaron diferentes complejos alfareros que en época romana vivieron bajo el esplendor de la antigua Gades, prueba de ello son los descubrimientos realizados en C/ La Fuente, antigua Bodega Elamar o en la Loma del Puerco y la Esparragosa entre otros, siendo estos sitios alfareros “fáciles” de localizar, la punta del iceberg de una más que posible intensa ocupación romana, donde no pueden faltar villas y necrópolis. Pero fue en el año 2006 cuando la ciudad de Chiclana obtuvo un inesperado regalo con el descubrimiento de un asentamiento fortificado fenicio del s. VIII a.n.e. en el Cerro del Castillo, pasando a formar parte de un corto pero selecto elenco de ciudades con un pasado casi trimilenario. Es esta una cualidad de la que antes sólo podía presumir tangencialmente debido a los espectaculares descubrimientos en las cercanías del islote de Sancti-Petri, donde se localizaba el, ya en la antigüedad famosos, templo de Hércules-Melkart de Gadir. A todo esto debemos sumar la intensa ocupación prehistórica que se detecta dentro del término municipal, como dan fe de ello, los asentamientos excavados en La Mesa, La Esparragosa o Loma del Puerco y otros muchos mas que no han sido intervenidos además de los descubrimientos, por ahora esporádicos, que, aunque muchos ciudadanos no lo sepan, se han realizado bajo el caso urbano.

Dejándonos incluso etapas históricas en el tintero, podemos decir que dentro del solar y territorio de Chiclana de la Frontera están escritas muchas páginas, aun no leídas, de la historia, no sólo de esta ciudad, sino de la Bahía, en incluso me atrevería a decir, tras los descubrimientos del Cerro del Castillo, que también del Occidente de Europa. Desgraciadamente muchas de estas páginas no podrán ser ya nunca leídas, dado que no siempre se han tomado las cautelas necesarias para documentar los restos arqueológicos que nos permiten interpretarlas, pero aun estamos a tiempo de conocer muchas facetas del pasado de Chiclana, aunque eso supone un trabajo y una inversión por hacer, pero que a bien seguro dará importantes réditos al futuro de esta ciudad que, por lo que parece, no va estar siempre ligado a la construcción.

Es aquí donde entra en juego la labor de políticos, técnicos, profesionales y ciudadanos, todos responsables de este legado pero con visiones diferentes, no por ello unas mejores que otras. Si queremos llegar a un consenso sobre las medidas a tomar, que permitan conservar el actual patrimonio e investigar el que aun está por descubrir, primero debemos saber de que estamos hablando y, a día de hoy, aun no tenemos una visión sintética y global del patrimonio histórico y arqueológico de Chiclana. Es por ello que se plantea la realización de una Carta Arqueológica que unifique datos, criterios de conservación y difusión además de plantear las lineas maestras de futuras investigaciones.

Algunos, erróneamente, podrían pensar que una carta arqueológica es un simple catálogo de yacimientos, pero afortunadamente para las ciudades que como Jerez, El Puerto de Santa María, San Fernando o Medina Sidonia han optado por su realización, es mucho mas que eso. Se trata de una herramienta común que, gestionada correctamente, nos servirá para sistematizar toda la información concerniente al patrimonio histórico y arqueológico que hoy día conocemos para un mejor y mayor entendimiento de la realidad patrimonial de la ciudad y al mismo tiempo establecer criterios unificados de actuación en intervenciones futuras, con el fin de que no sean arrancadas más páginas aun no descifradas de la rica e interesante historia de Chiclana.

Pero aun es una herramienta más ambiciosa, y no deja de lado el interés que el patrimonio tiene en el desarrollo económico de una ciudad, tanto más, si cabe, cuando esta ya tiene un importante reclamo turístico como son las playas, pero que aun podemos mejorar y potenciar con otros valores como es el de la Cultura.

Una carta arqueológica resumiendo es un documento en el que están expuestos todos los aspectos de nuestro legado patrimonial: la identificación y evaluación de lo que conocemos actualmente, pero cuya documentación e información se encuentra repartida entre diversas instituciones y es por ello que no ofrecen toda la operatividad que se requiere. Tiene el fin de diagnosticar los riesgos que nuestro patrimonio puede sufrir en un futuro, y con ello normalizar las medidas protectoras a tomar, con un criterio unificado, con la seguridad de que este no sea maltratado por situaciones en las que primen pautas no consensuadas y que muchas veces esconden un trasfondo de interés personal. Hay que decir que es una herramienta viva, en la que no está todo hecho una vez realizada, sino que se debe ir alimentando con los datos aportados por las intervenciones que, sobre el patrimonio, se vayan desarrollando y con ello tener una visión mas acertada de la realidad histórica de la ciudad. Eso significa que la realización de una carta arqueológica es un compromiso de futuro de todas las instituciones involucradas, de velar por el desarrollo y mantenimiento de las medidas necesarias para conservar y descifrar las páginas aun no leídas de la historia de Chiclana.

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